martes, 7 de septiembre de 2010

Breve historia de una mujer sin nombre


SÉ QUE LA HISTORIA QUE CUENTO ES UN POCO DURA, PERO NO POR ESO, PUEDE SER IRREAL. VA DIRIGIDA A AQUELLAS MUJERES QUE SUFREN MALOS TRATOS Y AÚN NO SE ATREVEN A DENUNCIARLOS.

Como cada mañana, ella volvía de llevar los niños al colegio. Distraída en sus pensamientos, algo le llamó la atención. En la marquesina del autobús había un gran cartel que destacaba un número de teléfono, fue a apuntarlo, pero recordó que no tenía bolígrafo ni papel, hizo por memorizarlo y siguió con sus pensamientos calle arriba.
A sus 40 años se sentía naufragar en una vida, que solamente le había dejado una pareja de hijos, que era todo lo que realmente le daba fuerzas para vivir. Nací en mal momento, se repetía a sí misma mientras caminaba. La sociedad de aquella época, no consideraba que las mujeres llegásemos más allá de matrimonio. Asistí impasible a ver como mis hermanos iban a la universidad, mientras yo ayudaba en las faenas de mi casa.Recibí, eso sí una educación para ser la mujer perfecta y hoy no tengo nada con que abrir la puerta de mi libertad, salvo que soy una buena mujer para cualquier hombre.
Cerca de su casa sintió el escalofríos que levanta miedo, tenía que volver otra vez, más no tenía dónde ir, ni tenía a nadie que la acogiera, su familia se dispersó y sólo se veían en en las ocasiones imprescindible y total para ver pavonearse a sus cuñadas siempre había tiempo.
Nada más llegar a su casa corrió hacia el mueble del pasillo y cogió un trozo de papel donde escribió el número de teléfono que vio en la marquesina, antes de que se le olvidara.
El día voló, la limpieza, las camas, la comida, algo de plancha y salir corriendo para recoger a los niños, darles de comer, fregar y sentarse con el punto delante de la tele, mientras que los niños se resistían a hacer las tareas y revoloteaban por todas partes.
Caída la tarde, de repente, el sonido del tintineo de las llaves en la puerta avisaba que estaba llegando el hombre de la casa. Los niños dejaron todos sus juegos y corrieron alocadamente hacia su padre, la sonrisa se le cambió y sintió el agobio de quien no se encuentra con ganas de aguantar a sus inquietos hijos, los evitó como pudo y corrió a sentarse delante de la tele, los niños siguieron con sus juegos.
Pasado un rato el hombre de la casa, se levantó y con cara de pocos amigos se dirigió a la cocina inquiriendo a su mujer:
- !Eh tú! ¿Tienes la cena? ¿hasta cuándo pretendes que los niños estén sin acostarse?
Todas las preguntas recorrieron la cocina sin que nadie contestara, a ella se le había hecho tarde y estaba preparando la cena rodeada de los niños.
No ocurrió nada más, las preguntas tomaron un tono inquisitorio.
- !Qué!¿Pasas de mi?
- ¿Ni siquiera tienes la comida preparada?
- !Eres una inútil que sólo te dedicas a estar tirada en el sofá viendo la tele, mientras que yo me parto los cuernos para que disfrutéis los niños y tú.
Como ella no contestaba, el marido aumentando su ira dijo:
- !Puta, que te he hablado, contesta y no me ignores!
En ese momento los niños frenaron en seco sus juegos, sabían qué es lo que venía detrás y fueron corriendo a abrazarse a su madre, pretendiendo que con sus gestos las cosas fueran hoy diferente.
- !Míralos, hay los tienes puta, poniéndolos en mi contra!
Ella callaba, sabía que el silencio era mejor que defenderse, cada vez que lo había intentado el resultado había sido peor para ella.
Los gritos fueron incrementándose y traspasaban las delgadas paredes de la casa, los vecinos,, como siempre, comentaban en voz baja:
- !ya están liados los del 3º!
Ella, no supo entender por qué le estaba pasando eso. Mientras que él seguía insultando se preguntaba cómo había llegado a esta situación, cómo había aguantado tanto y si merecía la pena seguir con aquel hombre, que un desgraciado día la enamoró.
Como siempre detrás de los gritos llegaron los golpes a ella y a los niños que corrieron a esconderse.
Esta vez fue peor, nunca se había atrevido a llegar tan lejos. Su vida se le nubló, mientras veía a su marido con un cuchillo en la mano oía gritar a los niños como nunca los había oído. Se acordó de lo que había hecho por la mañana, se llevó la mano temblorosa al bolsillo y cogió algo que lo apretó con fuerza, hasta que éstas la abandonaron para siempre.
Cuando los sanitarios certificaban su muerte, se percataron de que algo había en la mano cerrada de la víctimas. La abrieron y cogieron un papel ensangrentado con sólo tres números: 016,
Una vez más se hizo tarde, las ansias de libertad para esa mujer, se quedaron escritas en un trozo de papel que se manchó de sangre.
Mª Carmen Alcántara

1 comentario:

  1. Esto del matrato es una lacra que tenemos o llevamos arrastrando desde hace tiempo y cada vez va a peor, el hombre se toma cada vez más confianza hasta llegar a matar, esto sin contar el maltrato psicologico , qué te mata de igual manera solo que con más lentitud, pero hay personas que no lo vén o no lo quierén ver ahi está el problema

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