sábado, 11 de septiembre de 2010

¿Así que esto era la liberación de la mujer?


El salto de la mujer española hacia una vida profesional ha sido grande. Pero la dificultad de acceder a los puestos de responsabilidad, la desigualdad de ingresos con respecto al hombre y la distinta implicación en las tareas domésticas marcan el camino de una revolución aún pendiente.


La alta ejecutiva, a punto de tomar un avión, se sorprendió al oírse diciéndole a su madre:

-Ahora no te puedes poner mala, porque tengo que firmar un contrato en Bruselas.
La ejecutiva tiene hermanos varones, pero organizó (y luego supervisó, angustiada, a través del móvil) un sistema de tres turnos para cuidar a su madre.
Este episodio lo relata la secretaria de Igualdad, Soledad Murillo. Es altamente ilustrativo, dice, de la situación de las mujeres que trabajan (un 41,50% de todas, 12 puntos más que en 1998) y tienen hijos o familiares a su cargo. Habla de la tensión culpable de tener que cumplir al 100% en el trabajo, en casa, con los hijos, los padres o las parejas. De obligarse a ser supermujeres. Y de no llegar bien a nada.
Las mujeres en España: 22 millones, más de la mitad (50,6%) de la población. Las europeas que viven más y llegan a la vejez en mejores condiciones de toda la Unión Europea, por detrás de las italianas. Están en el grupo de cabeza en representación política -con un 36% de diputadas, por ejemplo, o con un Gobierno paritario-, según un estudio de la Comisión Europea difundido hace unos días. Tenemos más militares mujeres que el resto de la UE (un 13,5%). "Y las familias han invertido en la formación de sus hijas, su rendimiento académico es excelente", dice Murillo. Ésas son algunas de las buenas noticias.
Las malas noticias abundan, siguiendo las pautas del informe europeo. España está por debajo de la media de la UE en casi todos los indicadores laborales femeninos, y también en el de riesgo de pobreza. Además, los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística son elocuentes: cuatro de cada cinco contratos a tiempo parcial están a nombre de una mujer. Ellos ganan más que ellas. Tanto como un 40% más. Sólo uno de cada tres altos cargos públicos es mujer. En los consejos de administración de las empresas del Ibex 35 hay un 3% de mujeres.
"Existe una resistencia de los hombres a compartir el poder económico y decisorio", proclama Murillo, una de las artífices del anteproyecto de Ley de Igualdad aprobado el viernes por el Consejo de Ministros, y que incluye la obligatoriedad de que haya planes de igualdad en las grandes empresas, "y hay que exigir que se cuente con el talento de la mayoría de la población".
En un país en el que faltan guarderías (sólo el 25% de la población está cubierta) y en el que casi la mitad de los empresarios cree que las responsabilidades familiares limitan el rendimiento laboral de las mujeres, un obstáculo importante es la ardua conciliación entre la vida familiar y laboral, algo que hizo abandonar su trabajo a 379.500 mujeres en 2004, frente a 14.500 hombres que dejaron el empleo por el mismo motivo. Algo falla. "La conciliación", dice la secretaria de Igualdad, "es una metáfora que enmascara la tensión en la que viven las mujeres que trabajan y tienen familiares a su cargo. Yo sólo creo en la corresponsabilidad".
Murillo hizo un experimento en un reciente congreso para que su auditorio entendiera lo que es la corresponsabilidad: "Pedí a los asistentes que me prestaran 10 agendas, cinco de hombres y cinco de mujeres. Las de los hombres tenían citas de trabajo, y alguna anotación aislada en fin de semana tipo 'comida en casa de'. En las agendas de ellas, además de las notas laborales, había cosas como 'fiesta de cumpleaños de mi hijo Fulano' o 'hablar con Mengano, que le veo decaído'. Después de ver esas diferencias, todos captaron lo que es corresponsabilidad".

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